A veces lo más íntimo que se puede hacer con alguien es no volver a hablarle nunca.
No hubo la oportunidad de llegar a los créditos de la película. Solo silencio, un corte seco. Y, cuando queda todo suspendido, uno piensa “se acabó” pero eso está muy lejos de lo que sí es cierto, porque la ausencia de un final hace que automáticamente la historia se quede en pausa.
No hay actualizaciones. No hay rastros, ni si quiera una foto que se cruza por accidente. Y eso, en lugar de alejar, acerca. Porque lo que no se muestra, se imagina, y lo que se imagina, tiene la mala costumbre de pesar más que lo que es un hecho.
Es raro sentirse cerca de alguien con quien ya no se comparte nada. Y sin embargo, hay una especie de conexión muda, como si el silencio entre ambas partes sostuviera algo demasiado frágil para poder decirlo frente al resto.
Es algo así como un pacto no firmado: no voy a interrumpir tu vida y tu no vas a tocar la mía. Pero aquí existimos como dos líneas paralelas.
“Tú no me buscas, yo no te encuentro… aunque ambos sabemos que aquí hay hubo algo”.
Creo que si alguien regresa “sin querer” es por que se quedó atrapado en algún rincón de la memoria que no sabe archivar bien las cosas. Uno que gran parte del tiempo quiere convencernos de que ya soltó todo como para que no intentemos volverlo a borrar.
No saber nada, ni cómo está, ni con quién, ni si todavía se ríe por las mismas cosas se vuelve una forma nueva de cercanía. Más íntima pero más absurda también. Porque al fin y al cabo de eso se trata imaginar. De -inventarse- lo que haga falta y llenar los baches para que uno pueda seguir andando tranquilo por la memoria.
Porque hay algo sagrado en dejar las cosas donde quedaron. En no ir a revisar. En no tocar el recuerdo.
“No saber” es una forma de seguir, pero no precisamente la más sincera.
Por eso es que el contacto cero es un arma de doble filo, si no lo sueltas de verdad y con todos los dedos, corres el riesgo de desgarrarte las manos.
A veces no saber nada de alguien puede sentirse más presente que hablar todos los días. Porque el vacío que dejaron tiene forma. Se le camina alrededor.
Y quizás esa sea la parte más extraña: que incluso después de borrar todo, todavía quede una especie de “algo”. No puedo llamarlo amor porque es un tanto más extraño. Es una presencia suspendida. Una historia que ya no se cuenta pero que tampoco se puede desarmar del todo. Supongo que de ahí salen los “finales abiertos”.
Creo que una de las cosas que más me ha costado entender es que silencio no es ausencia. Es forma. Es la marca que quedó. Como cuando sacas un cuadro de la pared y la mancha del tiempo te hace ver que existe. No solo que falta, sino que alguna vez…estuvo.
A esta altura ya no importa por qué se terminó. O quién soltó primero. Lo único claro es que no se cruzaron más palabras. Y eso, aunque suene contradictorio, une.
Une, pega, sostiene del mismo modo que una curita se aferra a los vellos de la piel.
¿cómo sueltas a alguien que se supone que ya no ves?
Lo primero que debes de saber es que -no tienes que hacerlo- A veces necesitamos un tiempo más con las cosas que pretendemos dejar ir antes de poder despedirnos de ellas.
Y en ese tiempo (procura que sea lo más corto) puedes decidir si quieres seguir cuidando ese silencio, si de una buena vez te olvidas de él, o si definitivamente lo rompes y te vuelves a lanzar.
Lo peor (y lo mejor de todo) es que no existen respuestas correctas.
Tal vez te lanzas y vuelas, o tal vez te caes directo al precipicio. (Yo volé *por suerte, pero conozco cientos de personas que sí se cayeron.)
Bajo esa experiencia, podría decirte que uno se arrepiente más de lo que no hizo que de lo que sí. Pero la última palabra siempre la va a tener la consecuencia, obvia, en ciertos casos, pero en otros no tanto, así que no nos queda más que adivinar.
Supongo que así es la vida, desde elegir lo que comes en un restaurante, hasta decidir si vas a ser capaz de volver a un sitio al que juraste que no ibas a regresar nunca.
Pero TÚ sabes porqué te fuiste.
Es cierto eso que dicen que las cosas pasan por algo, pero es incluso más real cuando dicen que las cosas por algo no pasan.
“Lo que no pudo ser” es parte del mundo imaginario de “lo que hubiera sido”. Pero la realidad es otra, la realidad es que nunca vas a saber del todo, (y que jodido es aceptarlo) pero también es cierto que lo que decidiste en ese entonces te llevó a vivir lo que ahora por fin, entiendes.
Claro que es más fácil decirlo que ponerlo en práctica, pero ten cuidado con las puertas entreabiertas.
Lo que no deja entrar, ni tampoco salir te entretiene lo suficiente como para que no te des cuenta de que el tiempo se te está escapando.
Por eso creo que una de las decisiones más importantes que necesitamos aprender a tomar está en saber cuando es momento de -renunciar- a alguien algo.
No por cansancio, ni aburrimiento, sino por decirte la verdad, porque esa es la forma más pura de amor propio.
Hay algo que me leí una vez que terminó por salvarme la vida y que también quiero compartírtelo:
“La razón por la que nos aferramos tanto a una posibilidad que en realidad no es una posibilidad, es porque extrañamos cómo se sentía cuando esa -posibilidad era real.”
Eso quiere decir que en medio de este silencio, en medio de la intimidad y a través del cristal esmerilado no estás viendo la situación, relación o persona en un presente que es TUYO, sino que la estás mirando a través del lente de “lo que fue, y quien fuiste antes”, por eso duele, por eso abriga, por eso le llaman nostalgia, y POR ESO de un plumazo es como dejas de honrar a quién eres ahora. Por eso dejas de ver las razones reales por las que sabes que -la posibilidad- no funcionó en ese momento.
No se trata de borrar y seguir. Ni tampoco de soltar y salir corriendo.
Porque no todo se borra. Y es cierto que hay personas que se vuelven parte de tu sistema operativo. Que puedes seguir adelante, sí, pero no sin antes aceptar que hay quienes nunca van a irse de ti, y que eso no quiere decir que lo mejor sea traerlos de vuelta.
Puedes hacerlo, sin culpa. Siempre y cuando sea parte de tu verdad, siempre y cuando el hecho de volver a intentar esté basado en la esperanza real de trabajar en ti (y también en quien serás con ese alguien algo) pero no en el miedo a sentirte solx, y mucho menos bajo la intención de rescatar lo que hubo antes.
Sé que hay cosas que parecen imposibles de hacer hasta el día en el que nos atrevemos a hacerlas.
También es cierto que lo que quieres y lo que necesitas no siempre coinciden en la misma cosa, pero sé que lo segundo es lo que al final termina por acercarte a quien eres realmente (y eso vale cualquier riesgo).
Creo firmemente que eso es lo esencial: que cada decisión que tomes te acerque a la persona que - sabes- que eres *y que con subidas y bajadas has venido construyendo.
Acuérdate que -soltar- a veces solo es caminar con espacio suficiente para no tropezarte con lo que fue y que los pactos que tienes contigo son más importantes que cualquier silencio en complicidad.
Que puedes irte o volver pero siempre, siempre respetando tu verdad.
Si no abres la puerta,
la cierras y te vas.
-lunatintaypluma
Esta carta tiene un propósito especial, la escribí por y para alguien que (por ahora) está dando unas cuantas vueltas en medio del silencio.
Puede interpretarse como se necesite, pero el propósito solo lo conoceremos pocos.
En fin, gracias por recordarme que en algún punto todos nos sentimos perdidos, por refrescarme la memoria y el corazón con respecto a lo importante que es aprender a hablar sobre todo cuando parece que nadie va a ser capaz de poder escucharnos.
Gracias incluso, por hacerme escribir esto que se siente como algo que me hubiera gustado decirme a mí misma hace muchísimo, muchísimo tiempo.
Te miro, te escucho y te quiero
-g.
Me encantó, Gabriela. Estoy en una situación que se asimila mucho a esta. En este: ¿debería seguir aquí? Yo sé cuál es la respuesta, pero es difícil cuando alguien, ¡digoooo! ALGO 🙃 se volvió parte de mi sistema operativo.
Gentil recordatorio para cuando sabes que aunque duela pero da paz es el camino correcto.
Soltar aquello que no se alinee a ser tu mejor versión duele, es la expectativa de lo que quieres que sea y solo no es.
Soltar aun sabiendo que no lo quieres hacer; es elegirse una vez más.❤️