Tienes cinco años y llegas de la escuela. Traes las manos sucias y también la cara. La camiseta hace rato que ya no es blanca pero no te importa porque sabes que ya mismo es hora de comer.
Tienes hambre. Pero se te pasa cuando sientes el dolor de espalda.
Miras que algo te agarra por delante de los hombros, y que te empuja hacia atrás, algo que pesa muchísimo y que por un momento olvidaste que lo estabas cargando. Pero cuando volteas a ver te das cuenta de que ya no traes la camisa manchada, y que llegaste a casa, pero la comida no esta lista porque volteas a ver y ya no tienes cinco, sino veintitantos, ahora traes las manos limpias y la mochila te sigue pesando.
Creo que soltar es algo que primero tiene que doler antes de poder aliviarnos.
Así como las inyecciones. La cura está del otro lado del pinchazo.
Pienso que pasamos mucho tiempo jugando a las escondidas con el dolor porque creemos que eventualmente vamos a poder ganarle. Pero esa es una carrera perdida porque todo lo que -elegimos no sentir- siempre va a tener una ventaja sobre nosotros. Nos conoce y sabe que nos aterra.
Tal vez aprendimos a guardar las cosas para sentirlas después de la misma forma en la que aprendimos a cargar la mochila de la escuela.
Aprendimos también a que el peso se incrementa de a poco para que sea casi imperceptible. Aprendimos que sí es posible acostumbrase. Pero hay días en los que la espalda duele más de lo normal y en lugar de soltar, te ajustas los tirantes.
Da miedo perder lo que cargas contigo a todo sitio: un trabajo, un recuerdo, un alguien.
Soltar te hace libre.
Pero eso es algo que no puedes entender hasta admitir que ya no puedes cargarlo. Esa es la magia de la verdad: si no saltas, te empuja al rato.
Quizás soltar no sea fácil, pero cargar el peso es un gran entrenamiento para demostrar tu propia fuerza.
Incluso la ausencia es algo a lo que nos podemos acostumbrar, pero lo cierto es que al principio asusta. Tal vez lo mejor llega cuando te das cuenta de que que sentir un vacío no es lo mismo que sentir un espacio.
El vacío no tiene suelo, por eso todo lo que asientes sobre él desaparece, por eso siempre te pide más. Pero el espacio es como la tierra lista para la siembra. Si no haces lugar las cosas no pueden crecer.
Suelta la mochila,
la vida siempre encuentra la forma de aligerarse,
y seguro tu también.
-lunatintaypluma
Escribir se siente como sacarte la mochila.
Estos espacios están hechos para que puedas soltar y aligerarte. A veces solo falta sentarte a hablar contigo, decirte la verdad y mirar las cosas que necesitas hacer libre.
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Gracias por leer.
te quiero
gaby.
Me ha gustado casi todo, pero lo que yo destacaría es esto:
"Incluso la ausencia es algo a lo que nos podemos acostumbrar, pero lo cierto es que al principio asusta. Tal vez lo mejor llega cuando te das cuenta de que que sentir un vacío no es lo mismo que sentir un espacio.
El vacío no tiene suelo, por eso todo lo que asientes sobre él desaparece, por eso siempre te pide más. "
Esos pensamientos repetitivos de lo que pasó, es muy tedioso sacarlos de la mochila. Pero estoy confiada en que poco a poco se disuelve hasta que desaparezca.
Maravilloso texto 🫶🏽