La primera decisión que te cambia la vida es la que tomas a los 17.
Uno de los primeros “síntomas” de crecer aparece cuando te das cuenta de que hay preguntas que comienzan a asustarte: ¿qué quieres ser de grande?.
Asusta, porque sabes que son respuestas que no puedes escribir a lápiz, y porque es probable que la decisión más difícil que has tomado hasta ese entonces es elegir lo que vas a desayunar. Asusta porque a diferencia de las otras “primeras veces”, esta es una en la que estás completamente al mando.
Elegir cuando creces da miedo precisamente porque llega un punto en el que ya no puedes dejar las preguntas en blanco.
Tienes que responder.
Y creo que por eso hay momentos en la vida en donde aprendemos a “flotar”.
Donde no te sientes ni del suelo, ni del aire porque cuando miras te das cuenta de que estás a la misma distancia de ambas. Y tienes que elegir, (pero no sabes).
Flotas, pero no estás volando, ni tampoco te sirven los pies.
Hay lugar a donde vamos justo antes de que las cosas cambien: El espacio entre lo que es y lo que va a ser.
Un lugar que conocemos de niños. Como el día en el que le sacas las ruedas de apoyo a la bicicleta o la primera vez que te lanzas a la piscina sin los flotadores.
¿Qué quieres ser de grande?
Me asustaban muchas cosas de niña: la oscuridad, los payasos y esa pregunta que me persiguió siempre. Sabía que había una respuesta “correcta”, pero apenas tenía 17. Sabía lo que era rasparme las rodillas y también sentir el cloro derritiéndome la nariz.
Pero no sabía lo esencial que era aprender a equivocarse en cosas importantes.
Me equivoqué y le perdí el miedo a las respuestas incorrectas.
Me equivoqué y me di cuenta que la peor forma de responder una pregunta es dejar que alguien más conteste.
Aprendí a las malas, y esa fue mi buena. Elegí la respuesta que no era más de una vez hasta que llegué a la que sí fue para mí.
Pero tuve que atreverme a buscarla.
Cavé en un campo minado, y me explotó la vida algunas veces pero nunca solté la pala.
Encontré mi tesoro en las palabras que te escribo ahora y en las que a mí me hubiera gustado leer a los 17 cuando creía que equivocarme y el fin del mundo eran parte de la misma cosa.
“Todo lo que soy se lo debo a quien fui cuando -no- sabía qué hacer.”
Acuérdate que los errores son una práctica que requiere de muchísima paciencia y que casi siempre dejan de ocurrir cuando te dices la verdad.
Tal vez de algún modo tienes que buscar la forma de perdonarte hasta entender que lo que sabes ahora es gracias a la versión tuya que se atrevió a preguntar en un principio.
Creo que si la vida te pone la misma prueba es porque necesita mostrarte que en el fondo sí sabes cómo pasarla.
Sea una persona, un lugar o una carrera,
Equivócate las veces que necesites para llegar a lo que sí era.
-lunatintaypluma
El otro día hablaba con un grupo de amigos sobre -el propósito- que tiene cada quien. ¿eso es algo que se encuentra, o que nace contigo?
Creo que un propósito tiene más de una forma, y a veces la escritura me hace pensar que el mío viene de ella. De saber encontrar las palabras para curarme, o para ser un espacio de escucha y desfogo.
Estudié ingeniería, negocios y después con veinticinco me atreví a darle una oportunidad a las letras.
-Esto- es lo mío. Y me costó descubrirlo.
Gracias por abrir el corazón conmigo
te quiero,
Gaby
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bien
Gracias. Gracias por esta y por todas las anteriores.