Nunca había llorado por una planta.
No tengo idea de cómo hace mi mamá para cuidarlas.
Tampoco sé si es que tiene algo en las manos, o si fue que se lo heredó a mi abuela y ya no alcanzó para mí.
El sol quemó mi planta. Al principio pienso que es por eso que me levanto a las 3 de la madrugada en un miércoles. Salgo al balcón y comienzo a revisar una por una las hojas marchitas. Unas caen al toque, otras apenas se habían comenzado a arrugar.
La planta es tan larga que cuelga desde el techo y toca el gris de la baranda. “Que bonita que eras” pienso mientras veo las manchas cafés que tiene esparcidas por todo el cuerpo.
Me urge arrancarle los rastros de sol.
Agarro la tijera de la cocina y comienzo a recortarle los bordes.
Lloro.
Y entonces me doy cuenta de que no es la planta, ni el sol, ni el hecho de que perdí el sueño y la cabeza a las 3 de la mañana.
Lloro porque ya no está perfecta.
Lloro porque hago esto en medio de la noche para que nadie se entere de lo que pasó. Para que nadie sepa lo que le duele. Le corto las heridas viejas y las que apenas van apareciendo a ver si es que así puedo dormir.
Pero no es culpa de la luz, ni tampoco de las hojas por no resistirla.
La culpa es mía.
Es mía porque cuando vi que el sol incendiaba le dije: “aguanta”.
Aguanta porque ahí estas bien bonita, porque todo el mundo está mirando y dice que el resto de las plantas no se dejan chamuscar así no más. Aunque queme, aunque duela, aunque a veces ya no puedas más.
Tú aguanta.
Lloro mientras arranco las hojas enfermas y también porque en mi desesperación me deshago de las que apenas van creciendo.
Le pido disculpas. “Soportaste lo que pudiste”digo, y entonces la descuelgo y la guardo adentro de la casa antes de que el sol se vuelva a levantar.
Lloro porque sé que no lloro por la planta.
Lloro por la urgencia que siento de reparar cualquier rastro que delate que me equivoqué….y que demuestre que yo tampoco estoy intacta.
Escogí lugares que no eran para mí, y me obligué a quedarme por pensar que alguien estaba mirando.
Tal vez no puedas borrar todo lo que ya dolió, pero sí puedes ver de donde tienes que salir para que deje de hacerlo.
Deja de aguantar.
Dos horas pasan de un solo golpe.
La luz regresa pero ya no tiene nada que quemar.
-lunatintaypluma
No tenía ni idea que iba a escribir sobre esto. Ni que terminaría saliendo de mi desvelo, pero esa es la magia de conectar con el mundo que te rodea, de saber dejarte sentir para que la creatividad llegue sin que tengas que invitarla.
Todos necesitamos un espacio para hacernos escuchar. Conectar con tu proceso creativo es entender que puedes regalarle un micrófono al espejo para que pierda el miedo
a decirte las cosas.
Habrán prácticas que te nutran desde esquinas diferentes pero la que te lleva a crear (aunque a veces duela) siempre te devuelve el favor.
Este fue mi ejemplo hoy.
Gracias por ser parte de esta comunidad, si tienes consejos sobre cuidar plantitas o si también las matas a cada rato pues comparto el sentimiento contigo. Paciencia, que estás aprendiendo.
te quiero
-gaby
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¡nos vemos pronto!
Me ha gustado especialmente:
"Lloro por la urgencia que siento de reparar cualquier rastro que delate que me equivoqué….y que demuestre que yo tampoco estoy intacta.
Escogí lugares que no eran para mí, y me obligué a quedarme por pensar que alguien estaba mirando."
Ayyyyy las plantitas... adoro las plantas y las prefiero sin flores, tengo algunas que me parece que quieren morir, como que su misión ya se dio y yo sigo insistiendo en su recuperación. Hay una sobre todo que era de mi abuela, mi madre la heredó y yo quiero que resista por lo que significa para mi madre y no sé si mi deseo es mayor que el de la planta... Curioso el mensaje que dejas con lo de aguantar, me hace pensar en lo que aguanto y cómo pretendo que los demás aguanten también. Gracias.